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un estudio sobre adán coprovich

josé hierro. poética

jose hierroIgnoro totalmente qué es poesía. La olfateo, donde creo que está, y disfruto apasionadamente de ella. Como creador, aunque no sepa definirla, sé para qué me sirve: para decir (intentar) lo que no se puede decir. Es el humo resultante de la quema de un cuerpo que no recordamos qué era. Tarea de locos ésta de empeñarse en modelar el humo, en articular palabras que digan más de lo que dicen, que informen (vía lógica) y persuadan, contagien, seduzcan (vía mágica). El poeta apunta, pero nunca sabe si dio en el blanco. Ni siquiera está seguro de dónde estaba la diana.

Respiramos poesía, como respiramos oxígeno, aunque no lo advirtamos. Sin ella no podríamos vivir. Viene esto a cuento de eso que tanto se dice y repite, a veces con amargura, otras con desdén, por muchos poetas: "la poesía es para unos pocos, no se venden libros de versos porque no gusta". Por la misma sinrazón podría afirmarse que la música no gusta, pues es innegable que son muy pocas las partituras musicales que se venden. El problema viene de lejos, de la primera enseñanza, del olvido -Pedro Salinas lo recordaba- de que la poesía tiene sentido y sonido. Es el ritmo -llevo tantos años repitiendo lo que dijeron mucho antes, y mejor dicho, que siento rubor al insistir- el que hace claro para la sensibilidad lo que puede ser oscuro para la razón. Y se escribe, y se lee poesía porque todo está dicho y todo está por decir.

Temo parecer excesivamente optimista. O -lo que resulta más descorazonador aún- un conformista que hace de la necesidad virtud. Se equivoca quien piensa así. Vuelvo atrás la mirada y veo que, ni siquiera en el nefasto -poéticamente- siglo XVIII español, desaparecieron los navegantes líricos. Porque no hay tiempos malos o buenos para la poesía, sino poetas que no están a la altura de sus tiempos, del mismo modo que no hay tiempos -climatológicos- mejores o peores para los pronosticadores que acechan la llegada de las corrientes de aire.

Por la misma razón, contemplada por el envés, no hay temas poéticos más válidos para cada momento histórico. Todos tienen las mismas posibilidades. Recuerdo esto ahora porque miles de veces he oído esto de "¿la poesía social pasó a la historia?". Se olvida que, junto a poetas como Celaya y Otero, que se proponían cambiar el mundo con la herramienta de la poesía, había quienes, con menor eco entonces, decían su canción vanguardista tardía (¡curioso maridaje!), como Carlos Edmundo de Ory, o huían del testimonio presente en las naves del esteticismo, como los poetas del Grupo Cántico. Consecuentemente, no hay razón para que el poeta, el que libre y necesariamente tome ese camino, escriba poesía social, pues el ser humano se debate -como tan hermosamente nos recordó Cernuda- entre la realidad y el deseo. Nada importa que lo social haya dejado de ser una moda: continúa siendo una corriente que lleva muchos siglos de camino. El poeta es libre para hacer lo que le dé la gana, excepto para no hablar de lo que le exige su corazón. Por mi parte, con mayor o menor fortuna, es lo que siempre he querido hacer.

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